Tourism November 22, 2025 | 11:03 am

De sol y playa a mentes seguras: el pilar oculto de la hospitalidad dominicana

The first tourism fair for the Puerto Plata destination, "Discover POP 2012." (Photo: A. Morales)

La imagen de un destino turístico en pleno Caribe se construye no solo con playas de arena blanca y complejos hoteleros de lujo, sino también, y de manera fundamental, con la calidad humana y el bienestar de sus anfitriones. Para un país como República Dominicana, donde el turismo es una actividad esencial para la economía, la salud mental de su población va más allá de ser una preocupación social, es un activo estratégico de marca.

Un destino donde los visitantes perciben que sus anfitriones son personas con salud mental idónea —amables, empáticas y seguras— genera confianza y fomenta la repetición. Por el contrario, la presencia visible de personas con trastornos mentales severos o la percepción de una sociedad tensa y vulnerable puede mermar rápidamente el atractivo turístico y la sensación de seguridad que todo viajero busca.

La destacada neuropsicóloga Norma Duarte, fundadora del Centro Nuevo Comienzo, es una de las expertas que ha puesto sobre la mesa la situación de la salud mental en el país, un tema que merece ser analizado bajo esta perspectiva de desarrollo nacional.

Deterioro exponencial y la carga de la pospandemia

La doctora Duarte advierte que República Dominicana ha experimentado un deterioro de la salud mental que califica de “exponencial”, una crisis histórica que se agudizó de manera dramática tras la pandemia de COVID-19. Al respecto, cita la previsión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que señaló la insalubridad mental como “la gran pandemia” que seguiría a la crisis sanitaria.

Este deterioro se manifiesta, afirma, en una sociedad en la que el humanismo y la sensibilidad podrían diluirse y empañar esa bien ganada percepción del turista en cuanto a la hospitalidad del dominicano. Sin embargo, la falta de paciencia, el aumento de los problemas conductuales en niños, la depresión infantil enmascarada y el incremento de trastornos de ansiedad y pánico son claros indicadores de un tejido social bajo una intensa presión, al decir de la neuropsicóloga.

La falta de gestión de casos de salud mental representa un desafío directo para la seguridad y la imagen del país como destino turístico de primer nivel. (Photo: Fuente externa)

La especialista es crítica con la falta de prioridad histórica que los gobiernos han dado a esta área. La asistencia psicológica y psiquiátrica es vista de forma “peyorativa”, lo que se suma a barreras sistémicas insostenibles: “A veces una cita para un niño o una madre dura seis meses en un hospital de República Dominicana. Imaginemos el deterioro que eso implica”. Esta situación de abandono, además de afectar la calidad de vida de los ciudadanos, crea un ambiente de vulnerabilidad que, de manera inevitable, se pudiera proyectar hacia la experiencia turística.

La Ley 12-06 y la urgencia de un protocolo real

Existe una esperanza cautelosa ante la promulgación de la Ley 12-06 sobre Salud Mental y el anuncio de una red de centros por parte del Ministerio de Salud Pública. Sin embargo, la Dra. Duarte expresa sus reservas, basadas en el historial de promesas aún por cumplirse.

Un punto crucial que la especialista resalta es la necesidad de un protocolo de asistencia más estricto y humano. Según Duarte, la ley debe permitir que familiares y hasta vecinos con “humanidad” puedan activar una red de apoyo para proteger a personas en deterioro, y evitar así tragedias y situaciones de riesgo que a menudo se ven en el espacio público, incluidas áreas visitadas por turistas.

Al abordar casos de trastornos graves como la esquizofrenia, la Dra. Duarte enfatiza que estas personas, una vez diagnosticadas, requieren un tratamiento diferente y digno. “Si bien la esquizofrenia es una enfermedad invalidante e irreversible que requiere medicación y apoyo de por vida, con la atención adecuada, un paciente esquizofrénico puede llevar una vida digna”, expresa.

En varias ocasiones las autoridades de salud y de turismo han señalado que las personas con trastornos mentales graves y sin el soporte adecuado deambulando por las calles es una clara señal de un sistema de salud mental que requiere atención urgente.

Si bien son ciudadanos que merecen respeto y ayuda, la falta de gestión de estos casos representa un desafío directo para la seguridad y la imagen del país como destino turístico de primer nivel. Invertir en centros especializados y en la rehabilitación no es solo un acto de justicia social, sino una inversión en la reputación nacional, en especial en un destino como República Dominicana, líder del Caribe en llegadas de viajeros (el país rompió récord en 2024, según cifras oficiales del Ministerio de Turismo, Mitur, con la histórica cifra de 11,192,047: entre 8,535,742 turistas por vía aérea y 2,656,305 cruceristas).

Integrar la salud mental en políticas públicas mejora la vida de los residentes y fortalece la imagen internacional del país como un lugar seguro y saludable para vacacionar. (Photo: A. Morales)

El desafío del materialismo

La Dra. Duarte aborda un problema de fondo: el materialismo y la conversión del dinero en el “Dios” de la humanidad. Este fenómeno, exacerbado por las redes sociales, ha generado, lamenta la neuropsicóloga, “jóvenes que buscan hacerse millonarios de ahora para ahorita y que experimentan una gran frustración si no logran objetivos rápidos”. Esto evidencia que una parte de la humanidad dejó de sensibilizarse, de sorprenderse ante el mal; simplemente, para algunos, todo resulta normativo.

Según la doctora, a la pérdida de valores se suma una preocupante falta de humanismo que se observa en ciertos segmentos de la clase médica, “en la que cada vez más predomina la falta de empatía, lo que produce un deterioro en la confianza en las instituciones y en la calidad de los servicios”. Para el sector turístico, esta actitud podría traducirse en un mal servicio, un trato brusco y una experiencia general insatisfactoria para el visitante.

Un destino con altos índices de ansiedad, violencia o consumo problemático de sustancias proyecta inseguridad y deterioro social, lo que afecta su atractivo turístico. Integrar la salud mental en políticas públicas mejora la vida de los residentes y fortalece la imagen internacional del país como un lugar seguro y saludable para vacacionar.

En el boletín núm. 115 de la Sociedad Interamericana de Psicología, el Dr. César E. Castellanos, representante en República Dominicana, afirmó que “la salud mental es un pilar fundamental en la construcción de sociedades saludables y resilientes”. Explicó que el país ha pasado de un modelo institucional centrado en el hospital psiquiátrico hacia una atención más comunitaria e integrada en el sistema de salud general. Sus planteamientos ponen de relieve que la calidad de vida y el bienestar psicosocial de la población inciden en la cohesión social y en la manera en que la nación se proyecta hacia el exterior, un aspecto clave para comprender el vínculo entre salud mental y atractivo turístico.

En esa misma perspectiva de bienestar como valor estratégico, el doctor Alejandro Cambiaso, presidente de la Asociación Dominicana de Turismo de Salud (ADTS), ha señalado que este sector aporta más de 1,300 millones de dólares al año y atrae a unos 300 mil pacientes internacionales (el turista de salud gasta en promedio US$7,500, frente a los US$1,200 de un turista de ocio). Destaca que República Dominicana se ha consolidado como destino líder en la región gracias a la calidad de sus servicios médicos y hoteleros, así como a la confianza de la diáspora que regresa para recibir atención. Su visión conecta con el debate sobre salud mental y turismo: la competitividad del país se sostiene en la capacidad de proyectar una sociedad saludable, con bienestar físico y psicológico, que refuerza su imagen internacional como destino confiable y hospitalario.

La clave para atraer al viajero más ávido va más allá de la infraestructura y radica en el capital humano: una sociedad con anfitriones emocionalmente estables, con acceso a servicios de salud mental eficientes y con una cultura de empatía y cuidado mutuo, constituye el mejor “producto” que un destino puede ofrecer al mundo. Un país que vela por la salud mental y la seguridad de sus habitantes genera un ecosistema de calidez inigualable de forma inmediata. La calidad de un destino se mide, en última instancia, por la vitalidad, el orgullo y la satisfacción de su gente y sus líderes: esta es la garantía de un turismo excepcional.

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Por Anita González Sigler
Redactora, escritora, diseñadora de moda y artesana
lunaparche@gmail.com

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